Japón ejecutó este miércoles a los seis miembros de la secta Verdad Suprema, responsable del atentado con gas sarín en el metro de Tokio en 1995, que aún se encontraban en el corredor de la muerte, según adelantó la agencia Kyodo que cita a un funcionario público.
Los seis fueron condenados a muerte por participar en el atentado de 1995 con el gas letal y en otros asesinatos perpetrados por el mismo grupo liderado por Shoko Asahara, que fue ahorcado el pasado 6 de julio junto a otros seis de los miembros que orquestaron y planearon estos crímenes.
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Los ajusticiados son Kenichi Hirose (de 54 años), Toru Toyoda (50), Masato Yokoyama (54), Yasuo Hayashi (60) Satoru Hashimoto (51) y Kazuaki Okazaki (57). Los cuatro primeros participaron directamente en el atentado contra el metro de Tokio, al emplear sus paraguas para perforar las bolsas con gas sarín que depositaron en los vagones de varias líneas de la red de transporte subterráneo a la hora punta matutina del 20 de marzo de 1995.
Un total de 13 personas fallecieron, decenas quedaron en estado vegetativo y 6,300 resultaron intoxicadas tras respirar el gas que emanó de los paquetes de sarín. Satoru Hashimoto y Kazuaki Okazaki fueron condenados por asesinar en 1989 al abogado Tsutsumi Sakamoto (que preparaba una demanda multimillonaria contra la secta), a su mujer y a su bebé de apenas un año.
Los ejecutados eran los últimos integrantes del grupo condenados a muerte que quedaban con vida
Además, tanto Satoru Hashimoto como Yasuo Hayashi también habían sido condenados por perpetrar otro ataque en 1994 con gas sarín en Matsumoto (centro de Japón) que sirvió como ensayo para el atentado de Tokio. Estos seis miembros de la Verdad Suprema (Aum shinrikyo, en japonés) eran los últimos integrantes del grupo condenados a muerte que quedaban con vida.
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Las 13 condenas a muerte y las 6 a cadena perpetua que han dejado años de procesos judiciales no han servido aún así para aclarar los muchos misterios que rodean a esta secta de corte "New Age", que incluso llegó a concurrir con poco éxito a las elecciones generales de 1990.
En solo una década, el gurú Asahara pasó de instructor de yoga a liderar una organización capaz de captar a jóvenes pertenecientes a las élites intelectuales y económicas del país, secuestrar y asesinar a críticos y opositores, fabricar armas automáticas y químicas y perpetrar el peor ataque en suelo japonés desde el final de la II Guerra Mundial.